lunes, 30 de abril de 2012

Alma Errante


Tomando su copa, se la bebió tristemente, mientras se bajaba el telón de su corta vida. Así habría de recordar el mundo al simpático viajero, que todo lo tenía y nada quería tener. O por lo menos eso decía la gente.


Más con su barba enmarañada y sus vivaces ojos no hacía más que ir contra la corriente, caminando en un mundo que para él era un tormento creciente y constante. Su visión no era más que la de un conmovido por muchas lecturas, películas, canciones y unos cuantos lugares, que se resumían en una angustia por creer real lo que mucho de aquello le contaba en sus particulares expresiones.
En sus pasos por el país lo describieron como un loco, que creía en una humanidad justa, caritativa, solidaria. A varios los conmovió con sus intentos de mejorar el mundo, con plantar un árbol, con su sonrisa juvenil o con su simpatía, pero nadie se asemejaba a esas personas que él tanto gustaba leer, escuchar, ver. 
Era un idealista, está claro. Se emocionaba cuando leía sobre Martin Luther King, cuando escuchaba a los Jaivas, cuando el viento soplaba en su cara y traía buenas noticias. Más se sentía solo en su fuero interno, por mucho que sus tantos conocidos y amigos vieran en él a un simpático tipo con pelo largo y pinta de comunacho.

¿Comunismo? A él le hubiese gustado la política si no se hubiese manchado lo suficiente como para asquearla. Leía filosofía política, leía de política en sí y notaba que todo se reduce a un millar de opiniones discordantes sin ton ni son, sin sentido, sin un pacto por el fin de conducir un país: responder a las necesidades de su gente.
Caminaba con plata que se hacía trabajando un poco y algo  y luego se iba, siendo uno más de los nómades invisibles del siglo XXI. 
Golpeaba el piso con fuerza mientras el clima cambiaba, tal como su espíritu, tal como su rostro, tal como ánimo y tal como su vida misma. Habría de tomar algunas ramas consigo mismo, unas ramas secas de algún árbol que perdió el sentido de su existencia y digno murió de pie. Mirando de un lado a otro mientras el cielo no anunciaba buenas noticias, se inclinó ante el suelo húmedo y con esfuerzo de quien no escribe hace muchos años garabateó algunas palabras sueltas. Descontento notaba cómo el viento modificaba su pulso y se aferró con más fuerza a la rama, la rama contra la tierra, y arrodillose entonces para no perder el equilibrio mientras de su interior brotaba alguna frase que creyó haber oído alguna vez y debía hacérsela saber a la madre tierra.

"He aquí el viajero del mundo en el despertar del alma máter. He aquí su insignificancia frente a todo lo que el manto natural pueda imponerse a su aún sabida inteligencia. Un hombre no es nada sin el otro a su lado, y ambos no son nada frente a los ojos del mundo. Habrá que prosperar entonces en cuanto a políticas de igualdad se refiere, para que de una vez por todas se deje de competir por el odio de nuestra madre naturaleza. Una mirada, un mundo, una señal en el cielo me dice que aquí yacen los exiliados de su propio ser, aunque espero que sean aún más quienes caminen por esta senda. Abrid los ojos y encontraras la luz de la respuesta a tu insignificancia misma."

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Ecos Resonantes