sábado, 9 de marzo de 2013

Conformidad, jumbito

Estoy conforme conmigo misma, por fin participé en el Stgo en 100 palabras y aunque no gane nada en el futuro, el mérito acá fue inspirarme y ponerme a redactar sin que se me venciera el plazo en el momento. Yo me aplaudiría a mí misma, son re pocas cosas a las que puedo sacarle provecho y esta es una de ellas así que me gané un jumbito, the real jumbito de Maravillozoo pa' la Cata.
Estoy escribiendo acá mientras se carga Vanilla Sky en Cuevana porque - y me carga admitirlo- sucumbí ante la tecnología del cine pirata cómodo y efectivo mediante computador. Me gusta el romanticismo de ir arrendar una película, ponerla en el dvd, preparar toda la cháchara que corresponde al momento y disfrutar del filme sin que se te cruzara una cabeza enmarañada por la pantalla ni cuando hasta en el peor chiste escucharas carcajadas varias, peeeero los Blockbuster ya murieron y el cine es caro y los computadores son masivos y casi todos pueden acceder a internet. Corta. Aún así sigo prefiriendo el cine, las traiciones, los enigmas, el whiskey malo, los óleos, el amor, los escenarios, el hambre, el frío, el dinero y mis diez tías. Oh, Fito Páez, siempre achuntándole al clavo, siempre al lado del camino, como yo también quiero ser.
Voy a empezar a probar suerte en concursos de diversa índole. Por lo menos ya tuve éxito en Retratos de la memoria del Museo de Bellas Artes, cosa que no es menor tratándose de enmarcar a tus abuelos en el museo de arte más importante del país. Ahora veremos qué pasa en el tema de la fotografía digital o de la literatura, en volá pasa algo con el Stgo en 100p y eso me motiva a seguir creando historias capitalinas con un dejo de ironía y humor a la vez. Juan Lennon y su Abbey Road de Baquedano no sería menos, pues, y tendría que imaginármelo de carne y hueso para poder fotografiarlo mentalmente y después pintarlo con acrílico y presentarlo en sociedad para que toda la farándula universitaria se enterara de su hobbie matutino con café y medialunas en mano. Hasta puede que me dé el sentimentalismo de hermandad y le ponga poncho de huaso y un gorrito de llama, y lo monte a caballo y lo obligue a terminar todas las frases con un che rotundo que marque sus patas cortas, su cara africana y sus ojos rasjados. Ese sería mi Juan Lennon, un hijo de la tierra medio latinoamericano que siempre busca parecer lo que no es.