viernes, 21 de enero de 2011

Huellas



Me dieron unas ganas terriblemente apremiantes de escribir y escribir al ritmo de la imaginación que fluye cuando te topas de frente con algo realmente inspirador. Caminando, sí, cómo no, corrían por mi mente recuerdos vívidos de una que otra pasada en un instante que ya era pero nunca olvidado, cuando los árboles frutales aún no daban sus manzanas ni sus peras y junto a un sacerdote jesuita que hoy es tu amigo, que te decía lo precioso de dar al momento su debida significación e importancia. Él mismo te haría tomar la decisión quizás un poco drástica si dar a tu camino un aire más o menos abstracto o "seguir" fuera de fe lo que te convenga o no tanto, si lo piensas fríamente.
Caminaba, sí, bajo un parrón en medio de lo que parece la nada y lo es todo y en donde el cielo conjuga con los pastos bien verdes un toque de fina elegancia y naturalidad, pensando y tratando de que mis ojos guardan en un baúl pensante todo aquello que me refugia y me cuenta sordamente que hay cosas que pasan por su algo y un poco más y que no he de verlo todo negro.
Huellas del caminar y que caminante no hay camino y se hace camino al andar resuenan y van dando la misma vuelta en tu cabeza, ahora estás completamente feliz, se oye a lo lejos de tu querido Paul McCartney que le canta a Eleanor y cómo te gustaría llamar a alguien así. 
Llegué a visitar la tumba de quienes descansan en un sendero sin fin, tan cerca de mi casa, a veces lejano de espiritu, flores que no se marchitan nunca ni por el tiempo que les pase encima y yo misma, parada frente a una piedra que trata de parecer hostil pero me parece más una mera imitación con un dejo de suave ternura, diciéndome con delicados rasgos que he de ser este punto donde borre mis huellas y me decida a mirar, sólo mirar con el puño actuando, no lamentando.
Soy feliz.-

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