lunes, 10 de octubre de 2011

Flotando


Escuchando Rise de Eddie, viene a mi mente con pulsaciones sin ritmo el recuerdo vago de mi existencialismo impulsivo y mis múltiples sincronizaciones danzantes, hace algún tiempo atrás, cuando las hojas caían porque sí y el futuro aún no deparaba nada, ningún presagio, ninguna señal.


Y es que el tiempo ha traído pasos asonantes, casi como inexistentes, dentro de una galaxia cósmica racial, sin son ni ton, en lo que hasta lo más simple parecía ser el murmullo de una ciudad desenfrenada. Recuerdos inmersos en una atmósfera difusa. Es como decifrar signos sin ser sabio competente. Como la Viole, allá en el Cementerio General, cerca de un muro de tristeza feroz, en una parte de la historia que asemeja el horror y la esperanza con el paso de los años, la espera quizás, un algo.

Y va brotando, brotando, como el mosquito en la piedra... como el mosquito en la piedra ay si si si...

Ese aire que entra por ti y te cala hasta lo más hondo, que rejuvenece hasta el último rincón del ser perdido, un doble estándar, una sangre hirviendo de ceños fruncidos, pide de a poco mirar más allá de la punta de tu nariz, como interiorizarte en buenas nuevas, una pequeña flor en el cemento, de esa ciudad tan ajetreada, llena de caos, de revelación, signos señas guiños, murales multicolores, mi Santiago querido.

Un golpe puede desestabilizar hasta el muro más fuerte, hasta el metal parecido al fierro y que no es más que una aleación poco estable, barata. Así va oscilando, constantemente hasta quedar detenido otra vez como si de a poco entendiera que nada, pero nada ha de importar quedar como un pilar si por dentro te crujen las entrañas de un hambre feroz clamando compasión.

No he podido olvidarte, amigo mío, pues el tiempo agranda tu recuerdo... en esta tierra hiciste el nido.

Con una guitarra y partitura, desafiando todo, desafiando el último adiós. Es una sensación extraña, te diré, pero no molesta. Es un escepticismo, una sorda manera de alzar vuelo más allá de lo terrenal y tomar un tren hacia otra dimensión, para entender, como explicara antes Paulo Coelho, el lenguaje del mundo.

Es como querer cerrar los ojos y no pensar nada más que en el presente mismo.
Es como pensar en lo infinito de todas las cosas
Es como pensar en lo efímero de las sensaciones
Es como tomar una bocanada de aire e intoxicarse con lo más puro de la vida

Es concluir, al fin de cuentas, que hay mil planetas gravitando, miles de años luz separando la vida y yo aquí, minúscula partícula cubriendo un pelo del mundo.


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Ecos Resonantes