"Mientras tanto dame un beso atrincherado, de esos que por ser culpables son como agua en el desierto. Tómame como el tequila, de un golpe y sin pensarlo."
Sólo cuando me vi mirando ambas direcciones de una calle desolada caí en la cuenta del desastre en que de a poco me convierto, por ser algo diferente, porque ya me rondan mariposas amarillas, tal como en Macondo en algún lugar entrañable, allá muy lejos.
"Sigo contando ahorita, bien bien bien bien bien".
Y claro, me siento de piernas cruzadas en la vereda tomándome la cabeza con ambas manos, con un bolso, un banano y ganas de llorar. ¿De qué? de las razones inconsecuentes del por qué habría estar yo en Lo Vial y haciendo qué, a las doce de la noche, un día martes, esperando a alguien que viniera a rescatarme de esas exasperación emocional, crujiéndome todas las vértebras, con un miedo latente a perder la razón.
Llega ella, tan linda mi amiga, a sacarme de el sector desconocido que por primera vez me hace llorar sin razón, como si de pronto las calles te miraran feo y te mostraran feroces dientes, regañando tu irresponsabilidad.
"La noche de mi vida será perra para un loco, y sabrás si hay que seguirme o dejarme volar solo"
Galpón a la diez bautizaria yo a mi "A Hard's day night", quizás por mi falta de conciencia, o por el encanto de alguien que sabe como enlazar emociones, por qué no, si soy tan vulnerable a que me encanten sin quererlo y ya cinco minutos después lamento crear todo un mundo ilógico en mi pequeña cabeza de cristal.
Presentimiento me falla, aunque como dicen "Tengo el presentimiento de que empieza la acción, y las mujeres somos las de la intuición" pero me falla y me vuelvo a caer en el mismo hoyo, siempre caminando mal.
Su zapateo loco allá en plaza Brasil, es bonito hasta el punto en que de golpe te rompen los esquemas, dejándote anonadada de tal forma que el adjetivo menos favorable en esos momento es "tierna". Qué mono pinto ahí, se preguntaría cualquier persona cuerda. Na po, no pintaba mono alguno, pero me invitaron y fui, y lo pasé bien aunque sufrí luego por la incertidumbre tanto de no saber qué respira su boca, que dicen sus ojos, qué digo yo, que cuentos se pasa una y cómo aún no salgo del desquicio en el que me vi envuelta.
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Ecos Resonantes