Vuelve la creación literaria existencial, de cierta manera y con un sentido absurdo de la contingencia actual, claro está, con poco aliento y con harto aliño, bien picante y con harto merquén, qué sé yo.
Esto de tener los dedos crespos pero de tanto mirártelos ni qué te cuento, si hasta mi perro tiene mejores pezuñas que yo, miro al cielo y este me escupe del porte de un buque, salgo y camino bajo una escalera, roguemos a los astros que me concedan un trébol de cuatro hojas para poder guardarlo y usarlo a mi favor, más aún, eso no existe que yo sepa, y hasta la punta de mi nariz no veo más que pelusas enmarañadas y poco nítidas.
No po, eso que se llama suerte te dio la media PLR en tu calvario académico pero se aprendió de lo güeno y lo bonito, eso como de chilenidá patriota que te tomay tres tragos y queday bailando cueca chora cerca de la Pintana, allá lejos, donde pica la jaiva.
Vuelve entonces el volantín errante, ese que se perdió en los cánticos de Víctor Jara y Violeta Parra, Inti Illimani y algo de más o de menos, como quiera decírsele, mi estimado. Pero vuelve en gloria y majestad con un aire imperioso, una estela danzante y con aires nuevos, frescos, como de aceptación y lucha social, algo emergente, efervescente dirían los más cuiquiriqui, el Mercurio lo desmintiría y el The Clinic lo usaría para la risa popular, esa picazón de nariz, lágrimas sin dolor y los semáforos de Blanco sin luces, caos total y yo parada en ese semáforo, viendo como toda la vida pasa, con una caja de bombones en una mano y en la otra presionando el bendito y placentero botón que pide la luz verde y curiosamente nunca te hace caso, pero te desestresa al final de todo, aunque estay media desfasá en tiempo te diré, estay oliendo todavía las viejas y nuevas consignas de una lucha social y te day cuenta mientras esperas la luz verde que has de cruzar ese mismo campo de batalla para poder ver al final una salida bonita, casi como un domingo de ramos, esperando el inicio verdadero a todo lo que te espera en ese glorioso lugar. Y es más, te gusta, ya sabes que lo que es, y si un puñado de gente puede cambiar el mundo, tú puedes cambiar tu propio mundo.
Si, Lennon tenía razón (otra vez) a todos nos gustaría cambiarte la cabeza, y todos queremos cambiar el mundo. Yo ya empecé por mí, hay una cursilería infinita para describir aquel momento, pero me conformo con decir que el olor a lacrimógena aún se sentía en el aire cuando crucé la calle y puaj, eso no es nada con lo que se viene después.
Vivan los puños en alto y las almas danzantes, que nunca es tarde para poder ver la salida.
Fuck Yeah.
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Ecos Resonantes