viernes, 1 de abril de 2011

Déjalo.



Un tarrito delirante de manjar dulcemente incitaba a ser violentado por un cuchillo sediento de una galleta. Los ojos se desviaban frente a un tarro de azúcar, colapsado en armoniosos cristales. Podrían haber sido las diez, las once o quizás las doce, el tiempo para ella estaba detenido en el momento en que recordaba a cada segundo las palabras de debilidad, de desconfianza, de prejuicio puro.
Pasaba su mano por el cabello, despeinándose más y más, craneándose para el día siguiente, buscando alguna que otra solución pero a la vez dándose vuelta en lo mismo. Como para el momento justo de la vuelta de tuerca, viene un argentino y dice las siguientes palabras: "Dar es dar, y no fijarme en ella y su manera de actuar. Dar es dar y no decirle a nadie si quedarse o escapar. Cuando el mundo te pregunta del por qué, por qué das vuelta la rueda, por qué no te detenés, yo te digo que dar es dar.
Dar es dar y no marcar las cartas, simplemente dar. No explicarle a nadie, no hay nada que explicar. 
Hoy los tiempos van a mil y tu extraño corazón ya no capta como antes las pulsiones del amor. Yo te digo que dar es dar, dar y amar. Lo que recibes es también libertad.
Cuando estoy perdido un poco loco por ahí, siempre hay alguien con tus ojos esperándome hasta el fin. Es encontrar en alguien lo que nunca encontrás."
Lógicamente, tratas de concluir que te importa una raja si viene o si va el asunto, y al fin de cuentas no sabes ni por qué te molestas en ser medallita de oro en todas partes. Debería ser que más allá de la aceptación haya cierto grado de madurez? 
La galleta de baña en manjar y la boca se abre con la mirada fija en un punto, lo dejas o no lo dejas, el asunto está llendo lejos y te paras y adiós, que te vaya bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ecos Resonantes